Me recompuse en mi asiento como pude y me aproveché el cinturón. A través de la ventanilla de mi izquierda pude ver cómo nos íbamos acercando al planeta.
Hacía un año que había abandonado Calypso, asuntos personales reclamaron mi atención en la Tierra. El pasaje no era barato por lo que me ví obligado a vender casi todas mis posesiones.
Sin enbargo, estaba a punto de iniciar una nueva andadura por Eudoria. Sin nada en los bolsillos y sin apenas conocimiento del estado en que se encontraba el continente. Los movimientos tectónicos provocaron que la ubicación de los yacimientos de minerales se desplazaran, las criaturas se habían redistribuido para adaptarse al nuevo hábitat, y en conjunto todo parecía nuevo y desconocido. Toda mi experiencia anterior no servirá de nada.
Tras la ventanilla pude ver una desconocida ciudad que Port Atlantis, su silueta ya no era como la recordaba, aquel amasijo de edificaciones improvisadas habían dejado paso a una bella ciudad de blanco inmaculado. Sin lugar a dudas las cosas parecían haber mejorado.
Por fin tomamos tierra, las azafatas del vuelo 3288 FDK se despidieron de nosotros muy amigablemente, el portón trasero de la aeronave se abrió con un chirrido lastimero. La luz del exterior que se colaba era tan brillante que parecian fuegos artificiales para festejar nuestra llegada. Una vez estuvo completamente desplegado el portón pude desembarcar.
Estaba impaciente, la sed de aventuras hervía en mis venas. Pero lo primero era lo primero, tenía que comprobar cuántos de mis compañeros seguían en activo. Me dirigí en busca de un terminal de sociedad, mientras vagaba por las calles me percate del sonido de las máquinas que inundaba el ambiente. No eran robots sino coches, barcos y aeronaves que jamás había visto aquí.
No se que me deparará el futuro, pero lo que tengo claro es que ya nada será como antes.
